Los desaciertos de Gustavo Petro Urrego en un país llamado barbielombia.

El presidente Gustavo Petro Urrego jamás ofreció una revolución. Mucho menos la prometió. Sencillamente y en un acto democrático expresó su deseo de lograr algunos cambios en nuestro país. Célebres sus pronunciamientos sobre reformas a aspectos tan cruciales como la salud, lo laboral, lo educativo o pensional. El país optó por brindarle su apoyo en espera de unos cambios que mejoren sustancialmente la calidad de vida de los millones de colombianos sumidos en el mar de la desesperanza.
Entre los discursos de Gustavo Petro Urrego sobresalió la vehemencia con la cual atacaba a la corrupción. Ofreció ponerle coto a esa inveterada costumbre de entregar burocracia mediante la cooptacion por parte de políticos a entidades estatales o empresas regionales puestas al servicio de algunos Gamonales.
Esa fue su primera falla. Su gran desacierto. Continuó con el mañoso esquema de fortalecer sus cuadros entregando subrepticiamente estas entidades y empresas a sus partidarios. Y estos engolosinados se entregaron a una orgía clientelista que se constituye en un vergonzoso desangre de la economía de la clase obrera representada en servicios y calidad de vida. Los nuevos representantes de la moral no tuvieron empacho alguno en recibir las cuotas burocráticas y clientelistas para ofrendarla a su lujuria desmedida. En poco tiempo veremos a estas entidades y empresas agotadas y al borde de un colapso financiero .
Igual error consistió en rodearse durante la campaña electoral de políticos cuestionados, censurados y con prontuario. Reos de conciencia que endosaban su apoyo a cambio de prebendas clientelistas. Un todo vale que explotó rápido en la conciencia nacional. Se hizo necesario ceder moral en aras de alcanzar estabilidad administrativa. Pero, todo apunta a que esta ecuación no rendirá los frutos que se esperan. La sed insaciable de poder de los elegidos no cesa en su empeño de facturar siempre a su favor.
Se dejaron marchitar las esperanzas de una juventud ansiosa de cambios. Si bien es cierto que se han dado pasos importantes en materia educativa, también lo es que son los jóvenes los grandes sacrificados de unas acciones gubernamentales incoherentes y hasta ridículas. Se nos pinta una BARBIELOMBIA en la cual reina el desconcierto y la arrogancia de unos cuantos desafortunados que se arrimaron al poder de espaldas.
No menos cierto es que los elegidos en las urnas y a dedo son inferiores a las circunstancias. Sin ideas, principios o inteligencia. Simples arrimados a viejos esquemas que aún les rinden frutos, impidiendo el resurgir de un nuevo modelo de gobierno. Incapaces, incoherentes, cobardes, viles copias de si mismo en una careta renovada y vacía.
Continuamente anuncia el presidente Gustavo Petro Urrego su presencia en diferentes regiones del país. Nunca aparece, el pueblo se cansa de esperar y las disculpas jamás llegan. Acaba de ocurrir en San Andrés, ocurrió en Nariño y en muchas ocasiones. Desplantes que suman desesperanza y colman la paciencia de un pueblo.
El hoy sonado caso de PETROBARBIE nos señala un mal camino. Es el indicativo de un desorden institucional, de un liderazgo extraviado y de unos brotes de auto inmolación. No se puede ser ciego y al mismo tiempo guiar a las masas entre precipicios y cañones. Alguien debe decirle al presidente que se están cometiendo errores y exabruptos, que lo actuado es un cúmulo de yerros que pueden arrastrarnos al caos total.
Bien lo dijo el presidente Petro :» los cambios no son tan fáciles como pensé», pero tampoco pueden volverse tan difíciles. Quien se rodea de sombras termina siendo una de ellas, quizá la más oscura y terrorífica. Los colombianos creímos en la simplicidad del cambio sin detenernos a pensar en las argucias que se tejían a su alrededor.
Se han cometido errores: disputas internas, oportunismo, clientelismo, amangualamientos y excesiva burocracia. Quien factura así asume que todo es una farsa de un momento histórico que se debe usufructuar. Ministros que cada que hablan caen en impertinencias y contradicciones, funcionarios que parecen no conocer sus funciones y congresistas que una vez llena su boca únicamente regorgitan frases y discursos trasnochados. Existe el caso de una ministra que ni siquiera responde a las convocatorias de la gente de su departamento por cuanto le parece que nada les debe y se hunde en una soberbia que raya con la inmadurez política y profesional. Ministros así son una vergüenza para cualquier región y una afrenta para su gente.
Los enemigos de Petro se sientan a su mesa y duermen con él. Y no es pintando el mundo de rosa como vamos a sanar tantas heridas.
Adenda: es lamentable ver y escuchar a los candidatos a las diferentes corporaciones en representación de la figura de Gustavo Petro Urrego y sus políticas de gobierno. ¿Es tan pobre la izquierda colombiana que debe desempacar viejas figuras para anunciar nuevos tiempos?

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