Matoneo al profesor

 

Levántate Juan –le dice la madre-, tienes que ir a la escuela. Pero este siente pánico porque es lunes y tiene que confrontarse con una realidad de la que prefiere refugiarse en su cama y no soportar tanta agresión. Nuevamente la madre le increpa: “Levántate Juan, tienes que cumplir con tus obligaciones, ya tienes 49 años y eres el director de la escuela”.

 

Este puede ser el caso de muchos profesores de establecimientos educativos que se sienten impotentes ante el acoso de muchachitos malcriados que los amenazan  de diferentes formas porque han sido reprendidos cuando no son disciplinados o no estudian. Y lo peor de todo es que los padres de familia los secundan en su propósito diciendo que su vástago es un “angelito” que no hace más que estudiar, “yo lo veo como trasnocha todos los días”; “él es incapaz de matar una mosca”, dan a entender.

 

En otros casos, padres y madres de familia, junto con sus hijos, se vienen lanza en ristre contra educadores amenazándoles por hechos que no han ocurrido o situaciones acomodadas a su conveniencia. Por supuesto, habrá algunos hechos que ameriten la atención de las autoridades, pero la gran mayoría de acusaciones que hacen de los profesores son situaciones por ganar ventaja.

 

Los profesores tienen que estar a metros de  estudiantes  mujeres, cualquier roce o saludo de abrazo o de beso puede ser aprovechado por algunas muchachitas insolentes para acusarlo de acoso sexual. Las demandas pueden llegar a la Fiscalía sin los soportes necesarios, pero como hay la creencia de que el maestro tiene buenos ingresos, entonces, buscan la manera de “hacer un arreglo de tipo económico”. Estos casos son reales, ocurren en nuestro medio.

 

Los educadores en la actualidad han perdido la autoridad porque estudiantes y padres y madres de familia tienen elementos de tipo legal como la tutela, Ley de la infancia y la adolescencia y decreto 230 de 2002, que obligaba a que no haya una reprobación de más del 5 por ciento de los estudiantes. Si bien no se puede estar vulnerando ningún derecho, el abuso de las mismas constituye un factor intimidatorio en contra no solo de los maestros sino de las instituciones educativas.

 

Son los estudiantes vagos e indisciplinados los que intimidan a los profesores con insultos, maltratos, amenazas que le van a rayar el carro, quejas ante el rector de la institución o ante secretaría de educación, denuncias en los medios de comunicación. En todos los casos se deben investigar, comprobar la veracidad y no hacerlo público creando argucias. Se debe respetar el buen nombre y si una persona hace acusaciones sin fundamento, también debe se le debe seguir proceso en su contra.

 

Según el Ministerio de Educación hay más de 600 maestros amenazados por diferentes causas: grupos al margen de la ley, pandillas, personas comprometidas en microtráfico de estupefacientes, prostitución de adolescentes. En todos estos casos siempre están comprometidos padres de familia y estudiantes.

 

Por otra parte, los estudiantes que no aprovecha su tiempo o sólo van al colegio a hacer indisciplina, están vulnerando el legítimo derecho a la educación de sus compañeros que tienen un comportamiento ejemplar y obtienen buenas calificaciones todo el tiempo. Así lo dictaminó la Corte Constitucional.

 

En muchos casos los padres de familia no están preparados para educar a sus hijos, estos se les salieron de las manos, o son mal ejemplo porque hay violencia intrafamiliar, consumo de licor o drogas y en otros, ausencia o desatención de los hijos; les alcahuetean todo, son permisivos.

 

Ganarse una buena calificación a punta de amenazas es conducir a la sociedad por un desfiladero.

 

 

 

 

 

 

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