Nariño sin pan, sin queso y sin ganancias de la cocaína

La comida puede hacer mal de muchos modos; el más común, el más cruel, es cuando falta. Pero nuestras sociedades saciadas se inquietan por lo mal que les hace saciarse. Así lanza este misil de opinión Martín Caparrós, más conocido por ser el autor del libro Ñamérica (2021).

Y verdad, Nariño está pagando un viacrucis principalmente por tres causas: una, por el cierre de la vía Panamericana en Rosas, Cauca, una constante desde hace décadas; dos, por los efectos colaterales de la inflación a nivel a nacional, que se agudizan exponencialmente en nuestro departamento, y tres, por la caída del precio de la coca y por tanto la cocaína en el sur de Colombia.

Lo más lamentable, es que se percibe un aire a conformismo, resignación y una exacerbada paciencia. Casi nadie dice nada y quien dice, simplemente pareciera que hace un eco en el vacío. Aunque si se sabe, por ahora, tenemos que conformarnos con mercaditos a tenderos, pañitos de agua tibia con recetarios burocráticos y una gerencia de la crisis a través de redes sociales.

La falta de infraestructura vial para el departamento, y en general de toda su conectividad, es una deuda histórica, que sobre todo en campañas electorales se reactiva, inyectando una falsa esperanza de cambio. Con el cierre de la Panamericana desde hace más de 3 meses, las pérdidas son exageradamente elevadas para los gremios de Nariño; para el sector lechero oscilan alrededor de los 600 millones diarios, afectando en mayor medida a los pequeños productores, en cuanto a los sectores de transporte, de fique y de turismo se registran pérdidas entre los 220 y los 230 millones de pesos diarios, de acuerdo a la dirección de la Cámara de Comercio del Cauca y Nariño. El sector de la construcción y el comercio a través de las MiPyME son de los más castigados.

La inflación a los nariñenses nos está estrangulando, es fácil comprobarlo, ¡todo está más costoso¡, desde un huevo hasta los pasajes aéreos. Recordemos que la inflación para Colombia llegó al 13,12%, la más alta en 23 años, sin embargo, las condiciones particulares para Nariño agravan cada día más el bolsillo de las familias. Súmele la catástrofe que dejó la pandemia y el efecto dominó del estallido social de 2021.

Para nadie es un secreto que el mayor número de hectáreas sembradas con cultivos de uso ilícito las abarca principalmente el Norte de Santander, Nariño, Putumayo, Cauca y Antioquia, generando con ello una guerra voraz pero también una economía paralela que “sostiene” de alguna forma la oferta y demanda, no sólo de estos departamentos, sino del país. Sin embargo, ya son varios meses desde que se conoce de la caída en precios de la coca.

María F. Fitzgerald, periodista de derechos humanos y editora de género en la Revista Cambio, nos cuenta en su reciente columna que antes se compraba un kilo de coca en 2 millones, hoy en día se la compra entre 400 o 600 mil pesos y que por tanto, las personas y los grupos armados no logran vivir de esto, obligándose a migrar a otros negocios sustitutos como el de la industria del fentanilo, el Tusi o «cocaína rosa», a drogas sintéticas como las benzodiacepinas, los opioides, las anfetaminas, los sedantes y tranquilizantes o incluso el tráfico ilegal de órganos.

El medio Portafolio nos dice que detrás de la caída del precio de la hoja de coca en Nariño, hay un cambio en la dinámica de producción y comercialización, y la guerra entre carteles mexicanos estarían desfinanciando esta actividad en la zona. Otros dicen que hay una sobreoferta, hay tantos vendedores de la hoja de coca que ya no habría factores diferenciadores en esa materia, y que incluso el café vale más, llevando a los campesinos a fiarla y algunos hasta la desechan porque ni los narcos la quieren comprar.

Sucede que la mayoría de colombianos y colombianas desconoce la Colombia rural y el Nariño periférico, que en ocasiones se disputa entre matar o sobrevivir. Alrededor del 98% de la red vial terciaria de Nariño está sin pavimentar, los grupos poblacionales más vulnerables deterioraron su estado nutricional a causa de las repercusiones económicas causadas por el COVID-19, la tasa de desempleo de Pasto en enero de este año cerró en 12,5, una de las más altas de Colombia y por encima de la media de nacional: 11, 7.

¿Y cómo solucionamos este acumulado histórico? Lo primero es convertirnos en ciudadanías activas, corresponsables y gestoras de nuestros derechos y deberes, entre esos, el de exigir a nuestros gobernantes y representantes de toda índole, que cesen su  actitud pasiva, mediocre y mediática, y que empiecen a proponer realidades, pero sobre todo a interceder activamente por los gremios y las familias nariñenses que tanto lo necesitan.

¡Exigimos un trato diferencial y digno para Nariño!

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