No dejemos de hablar de Palestina

El ocupante Israel ejecuta un genocidio en contra del pueblo palestino. De ello no puede haber ya la menor duda y el mundo entero se está dando cuenta. El genocidio en contra del pueblo palestino está siendo televisado, pero sin vergüenza los medios masivos de comunicación guardan silencio sobre lo evidente o se esfuerzan hasta el absurdo para torcer la realidad. Para estos los más de 8.000 palestinos asesinados, entre ellos más de 3.000 niños, son “muertos”, un eufemismo macabro fríamente calculado para no señalar a los criminales, para continuar congraciándose con el Ángel de la muerte.

Estoy sentado escribiendo desde las vísceras luego de ver las imágenes más desgarradoras entre tanta crueldad que se derrama sobre el pueblo palestino en forma de bombas, fósforo blanco, metralla, odio y mentiras, y no resistir más. Siento un dolor sordo en el fondo de mi pecho. En las imágenes veo un niño cansado de tanto llorar. A su corta edad sus ojos han visto demasiada maldad y llorado hasta el alma. Aferrado al cuerpo inerte de su padre que yace helado sobre una camilla improvisada, le ruega al cuerpo médico se lo dejen ver por última vez. El tan solo quiere secarse las lagrimas y ver el rostro de su padre para que tanta tristeza no se lo arrebate de su memoria. Llenándose de valor descubre la sabana, lo besa y se despide.

Hace ya casi un mes escribí en esta misma columna de opinión que Palestina enseña vida. Me ratifico en ello. Esta nueva expresión de ocupación y genocidio por parte de Israel contra el pueblo palestino ya cumple 34 aciagos días y cada día que pasa sin que se ponga fin a estos crímenes de guerra y de lesa humanidad es una afrenta más a la humanidad, una grieta mayor en el sistema universal de protección de los derechos humanos y una exposición flagrante y en tiempo real de la doble moral de las potencias mundiales que le han dado un cheque en blanco al ocupante Israel para que desate el infierno en la tierra.

Por la columna de opinión antes señalada me llamaron “auspiciador de Hamás”. Me recordó aquellos tiempos en que a quienes defendíamos una salida política y negociada del conflicto armado en Colombia nos llamaban “auspiciadores de la guerrilla”. Sobre lo que en aquella ocasión escribí afirmaron que yo no estaba calificado debido a que vivo a 11.461 km de Gaza y no he tenido la oportunidad de poner mis pies en territorio Palestino. Me reafirmé en las palabras del Che Guevara: “Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”. Sobre los silencios y vacíos en mis palabras advirtieron mi poca objetividad. Me incorporé e indique que no es poca, es nula. Mi admiración al pueblo palestino es irrestricto y mi apoyo a su causa es absoluto.

Ante un genocidio en desarrollo no hay lugar a puntos intermedios, así estemos a miles de kilómetros de distancia. Mi lugar está con el pueblo palestino y su causa. Por la vida, la dignidad y los jirones de humanidad que aun conservamos, ¡No dejemos de hablar de Palestina!

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