Otros mundos

Vivir serenos, hablar despacio, cuidar los sueños, bañarse en bolas de fuego, exhalar las energías sobrantes, alimentar el espíritu. Alcanzar la ensoñación para descubrir las fuerzas del universo, la poética del yo. Aproximarse a un mundo inédito evitando caer en las trampas del ego, la vanidad, los entretenimientos sociales, las apariencias.

Existe un mapa de peregrinación para bucear en lo desconocido. Intentar ver el mundo desde adentro, la belleza del todo con los ojos del espíritu, ponerse las miradas de otros para asomarme al propio mundo.

Abrir la escucha para alimentarse de tradiciones que transforman. Conectar la razón con la extraña naturaleza. Hacer el viaje por senderos que llaman mágicos, escalar sobre libros antiguos, nadar en esas palabras que se suceden unas a otras.

Reinventarse. Cambiarse a sí mismo, fluir al paso de la energía que navega por el universo, transitar  por el tiempo, con cordura sobre la locura, por caminos inusitados, inexistentes. Caminar por la vida sin rutinas, vibrar y evolucionar de acuerdo al momento, con gente distinta, con brebajes nunca sospechados.

Borrar la memoria personal por otros instalada. Asumir ser otro, vivir de otras maneras. Aprender de las sensaciones del cuerpo, de las energías que fluyen en la calle, de la mirada de los otros. Ir rompiendo los moldes encadenados de la cultura que te dicen qué pensar, qué decir, cómo hacer, a dónde ir.

Emprender ese viaje implica circular por senderos simbólicos con mente abierta, celebrando todo, asombrándose de todo. Suspender el tiempo íntimo y personal aunque el universo tiemble al paso de una estrella, una fantasía, el susurro del viento.

Hay que recuperar la energía que desangramos en el roce con otros, con la cotidianidad impuesta por otros. Levantar las manos, respirar, sacar pecho, acelerar el corazón, mejorar la gracia, concentrarse, superar los miedos del día, manejar el dolor, combatir con ardor la magia engañosa del ego. Abrir la conciencia, dejarnos crecer como globos de luces al respirar.

Aprender lleva tiempo. Entender lleva más tiempo aun. Implica esfuerzo para ir más allá del miedo, jugar y caminar junto al miedo, bloquear el ego, anular el deseo de poder sobre otros, asumir la plenitud de la vejez, explorar con renovada actitud otras perspectivas.

Ocupar la realidad evitando la palabrería ajena y negativa del otro. Encontrar un sitio en esta vida por sí mismos, caminando por otras rutas, por calles de energías invisibles y poderosas, el amplio cielo, la conciencia pura.

No se ensueña de un momento a otro, se va creciendo en la idea a través del tiempo. El camino inicia descalzo, ignorante frente a la realidad de esos otros mundos. Pero con los años, con la sabiduría de los años se busca balbucear un “ábrete sésamo” para que todas las puertas se abran lúcidas, sonrientes.

Navegar por la vida en otras vías en busca de evolucionar. Localizar un punto de apoyo en el tránsito para la existencia. Ingresar a mundos nuevos con pericia, maniobrar la percepción, vibrar con el cuerpo entero

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