Por: Julio César Goyes Narváez
Docente e investigador del IECO
Universidad Nacional de Colombia
Sin fronteras o la interculturalidad.
Es mediodía de un radiante domingo en El Chical, el noroccidente del Carchi. La tranquilidad dominical ya se ha rompido desde hace horas, puesto que hoy es el día en que una veintena de jóvenes ecuatorianos y colombianos serán bautizados. Poco a poco la gente va llegando a la pequeña iglesia de Chical, un edificio que prácticamente está por colapsar y a alguna distancia apenas es reconocible como tal. Especialmente desde Tallambí, la adyacente “vereda” colombiana, llegan numerosas familias. El único obstáculo a salvar es el cubierto puente sobre el San Juan, el serpenteante río fronterizo que separa a los dos pueblos. Cuando media hora más tarde el sácerdote toma la palabra, la iglesía ilustra perfectamente los intensos lazos familiares entre ambos pueblos. Ciudadanos colombianos y ecuatorianos están complementamente mezclados, conversando animadamente, mientras los jóvenes se apretujan para apoderarse de los últimos banquitos. No falta quién no tenga familiares “del otro lado”. Al concluirse el acto de bautizo, nadie se despide, porque todos quieren disfrutar del gran baile “binacional”, el cual sólo muere a altas horas de la noche.[1]
El actual estado del mundo insiste en romper fronteras, globalizar las economías, mundializar las culturas, se habla de “ciudad global” y fin de las naciones, aun a costa de que muchas identidades culturales queden no sólo rezagadas, sino borradas por completo del mapa. Es en este contexto, donde tiene sentido la colección sin fronteras, al igual que la antología de poesía viva Nubes Verdes. La poesía rompe fronteras, pero no para irrespetar y borrarlas, ni para neo-colonizar, ni para vender y comprar enriqueciendo a los grandes comerciantes y aniquilando a los humildes tenderos. Muchos dirán debió ser antología colombo-ecuatoriana y no nariñense-carchense, y allí ubicarlo más selecto de la poesía colombiana y ecuatoriana en general, evitando reducirse a la región. Quién diga eso desconoce uno de los puntales de la resistencia y disidencia al neoliberalismo y la globalización que promueve la comercialización de todo, el que no tiene dinero que vea televisión, lo que es interesante y exótico para los marchantes internacionales, se universaliza y borra la localidad de su identidad y los rasgos de sus diferencias en el mercado mundial: world music, world poesía, world pan de maíz…hornado…tortillas, etc.
Este libro que antóloga a 48 poetas que viven a lado y lado del río Carchi-Guáitara, intenta meditar sobre el valor de nuestras regiones y provincias –no regionalismo, ni provincianismo–. Expresa, digo, comunica, la experiencia de la cultura mundo desde lo local, justamente porque es en las fronteras donde se es universal, pero no porque el mercado mundial lo dicte en la apoteosis de las economías internacionales y sus televentas, sino porque aquí hay lengua propia, pensamiento propio, sensibilidad diferente y auténtica; somos en definitiva naciones pastos-quillacingas; es decir, hay algo que decirle a los países y al mundo; algo de que hablar, de que pensar, sin obstrucción limítrofe, sin la violencia simbólica neoliberal que quiere vender y comprar no sólo los cuerpos sino también las conciencias, como reclamaba alguna vez el viejo Octavio Paz en México.
Hay que cuestionar el carácter de facto de la globalización y el posmodernismo, reconocerlos como tendencia y como ambición, algo que puede ser reversible o que quizá ya lo es con los movimientos de la descolonización. Es importante un «mundo sin geografías», pero no a costa de que los políticos y dirigentes territoriales se laven las manos en nombre del mercado mundial, las regalías y los TLC; la poesía cae en la cuenta de que en esos procesos y tendencias estamos jugando con una poscolonialidad, una entrega de la identidad como diferencia. Tiene que haber algo que hacer para que el nuevo orden mundial no nos aplaste, haciéndonos pensar que los otros hacen y nosotros no, o que los otros hacen por nosotros y, entonces, las antologías de poesía son patrimonio de la elite del país que se proclama en los concursos y los reconocimientos oficiales. Hay que hacer algo para que los gobiernos regionales, municipales no abran los ojos (tal vez nunca los han abierto), sino más bien los cierren para que escuchen el mundo afuera de sus oficinas, de sus cocteles economicistas, de sus cerebros condicionados. La cultura es un capital simbólico, sólo hay que ojear el atlas de los pueblos ejemplares del mundo. Cómo es posible que en vez de abrir se cierren pequeñas espacios que son como embajadas que representan la cultura de la región en las capitales, que en una feria internacional del libro, por ejemplo, los escritores nariñenses tengan que mendigar un espacio para presentar su libros. Esta antología es, hasta cierto punto, marginal, pero no porque sean menor, sino porque está en el margen crítico y creativo de los habitantes de una de las regiones más hermosas de Colombia y el Ecuador. Es, desde muchos frentes, una antología decolonial.
Lárica y sorpresiva.
Hablamos de territorio lárico, no únicamente en el sentido metafórico que el poeta chileno Jorge Teillier le dio a su obra creativa, como vuelta hacia el pasado, a un paraíso perdido en el cual lo cotidiano y lo amable, contrasta con la modernidad que nos atosiga; sino también, desde la performance y el sentido que legaron Los lares, aquellas divinidades romanas hijas de la náyade Lara y el dios Mercurio cuyo origen se encuentra en los cultos etruscos a los dioses familiares. La religión de la antigüedad, sobre todo Romana, presentaba dos vertientes: por un lado, los cultos públicos o estatales y, por otro, los cultos privados o domésticos. Dentro de esta segunda vertiente se sitúa la adoración de los llamados dioses de la familia. Entre estos se encuentran los lares locales cuya función primordial era velar por el territorio en que se encontraba la casa familiar. Tanto es así, que antes de que la propiedad privada fuese regulada por el derecho, eran los dioses lares los encargados de evitar que los extraños se adentrasen en tierras ajenas mediante, según la creencia popular, la amenaza de enfermedades que podían llegar a ser mortales. Lo familiar aquí, no tiene el sentido de lo cerrado, sino de lo reconocido, de las puertas abiertas como en carnavales, esa zona donde llegan los extranjeros a habitar y crear, no a saquear y vilipendiar por cuenta del poder que excluye y diferencia hasta la ignominia.
Selección de poemas por J. Mauricio Chaves Bustos
Julio Cesar Chamorro Rosero
GUÁYTARA
El Guáytara escarcea
Buscando con sus manos
Húmedas
La parásita multicolor
-la flor del huaytar-
Que los duendes robaron
De sus acantilados.
La nostalgia del musgo,
Los vicundos, los sicses,
Hacen comprender al río
Que se ha perdido la flor
Que nominó sus aguas.
Julio César Goyes Narváez
ENGANCHADO A LA LUNA
Sobrecogido en el niño anónimo del amanecer la luz te descubrió robándole pensamientos al mundo, deseaste profundamente que los ángeles de Wenders te escucharan, que tatuaran la piel de tu memoria con poemas que no recordarás jamás; porque tuyo es el esplendor de las cuerdas de Pink Floyd y las invocaciones de Santana, los timbales de Tito Puente, las descargas bestiales de Ricardo Ray y Bobby Cruz; tuyas todas las melancolías del Bolero matancero y las viajadas sudorosas de la Salsa; tuyas las lágrimas, tuyo el país que se apalabra conmovido en un periódico arrancado y tachado por manos invisibles; hoja tras hoja adivinabas carnavales de barrio, utopías de fútbol y telenovelas urbanas.
La poesía a veces es un diario sin abrazos ni quiubos, un preludio de Bach mientras llega el pan y la cerveza, el Claro de Luna de Beethoven a la hora de encender un cigarrillo, un tren impecable donde no viajan sonrisas ni mariposas amarillas. La poesía puede ser también un lento regresar a la Suabia natal de Hölderlin, esa misteriosa y radiante patria bañada por el Neckar, cuyos nombres sagrados son una presencia ausente, una elevación griega a tono con el puro ritmo del destino; porque el poeta, escucha mía, es un ignorado gozo entre parientes, una sombra que danza en las paredes humanas que lo olvidan.
El Danubio no es azul y tan cercanas sus orillas que revelaste la poesía que llevaba cada mañana tu profesor de geografía. De la cerveza ibas a la luna, de la luna a una instalación de quenas, charangos y bombos en la Cocha y Cumbal; de éstos a la lluvia de Ulm donde Einstein se perdió en el tiempo para reencontrarse en el espacio curvo del universo. Mas hay una ciudad llamada Augsburg, levantada a orillas del Lech, allí vive un amigo por quien seguirás poniendo el pan en tu mesa. München y la noche como selva habitada de pájaros, mujeres y estrellas; München y el abrazo final; escucha mía, volveremos a vernos, escribe lo que miraste, lo que no encontraste, que las fotografías revelen tu reino aunque nadie quiera verlas, aunque caiga hecho añicos el silencio y nadie vea las señas de tus ramas antiguas. La nieve esculpía el cuerpo, el cigarrillo humeaba desde el fondo de la noche y las ganas se consumían como en cualquier esquina fría de Ipiales, tu pueblo enganchado a la luna, apacible ojo que te acompañó por los países de la lejanía.
(El eco y la mirada, 2001)
Juan Carlos Romo
BALADA PARA SADOKO
(A una niña que murió a causa de la guerra y sin saberlo, se convirtió en heroína de la paz)
En la hora más siniestra
Vendrá gritando la aurora más brutal
El himno luctorio que abrirá tu vientre
Y hará ceniza tu tierno corazón:
Castillo de papel bajo el verano.
Miles de hojas erraran en desconcierto
Incineradas por una luz malvada
Que condena al destierro de la hoguera
Todo volar de mariposas doradas.
Mientras tanto, la grulla eleva su canto
Con raíces de libertad en la garganta
Y nace un árbol florido de inocencias
Que brinda calma en tempestades aéreas
Y esa es tu alma que ríe de cielo
En el único rincón al que perteneces: las estrellas.
Y entonces brillaras pequeña Sadoko
Con todos los fantasmas perplejos de tu muerte
Con tu llanto que alimenta
La muralla de rostros perdidos
En Hiroshima y Nagasaki
Brillaras ángel Sadoko
Con tu sol que vibra entre rastrojos radiactivos
Tu sangre hecha de espasmos atomizados
Y tu signo de luz con claridad guerrera
Que hace posible las utopías y elimina hostilidades
En todos los caminos por donde va muriendo la guerra.
Luis Enrique Fierro
SIN AMOR
sin brisa, sin sol
y sin gaviotas
los muelles se clausuran en verano
por ello escribo
para violar silencios
cuando escribo
se multiplican las rosas en la sangre
se liberan los juncos
los violines
las lágrimas
la amapola
iluminada de los cuerpos
escribo…
porque los que callan
no tienen derecho a la distancia
los que rechazan la injusticia
no pueden contagiarse de alegría
los que no amaron intensamente
no pueden compartir
el clima tropical de la epidermis
los que no se integraron
al violín, al clavel y al canto de zafras colectivas
esperan en vano
la aurora en la mitad de los caminos
Luís Ramón López Mora
OCURRE UN POEMA
Algo curioso ocurre, el ocaso es un voraz incendio de nubes, a lo lejos en el horizonte pasa cabalgando un jinete, portando una bandera blanca que es un mensaje, lo vientos cruzan mi quietud, me digo para sí:
Alrededor del mundo cielo
arriba, abajo, al oeste, oeste hay cielo
Se cae al cielo, se sube al cielo
Toda esta visión ocurre desde el balcón de mi casa en un humilde barrio del sur, lugar que puede ser el fin del mundo, el centro del mundo, el orificio por donde el viento infló el globo terráqueo, el sur distante y paralelo del norte donde creo que habita un amigo que no conozco, es posible que allá alguien me sueña como soy sin conocerme, donde existe alguien que sueño sin conocerlo. Aún sigo sentado en el balcón de mi casa que es la proa de un barco que navega el mar del cielo, porque hoy lunes del ochenta y cinco los mares de la tierra están heridos de guerra.
Lydia Inés Muñoz
JARDÍN DE LAS DELICIAS
Una lanza de goma
atraviesa la muñeca sin sueño
cae el aroma en pétalos
del jardín de las delicias
la tarde se desdobla
Como si tuviera distintas cortezas
quizá eres irrelevante
vienes de otras horas
reapareces para llevarme
al sendero oculto en la niebla
María Isola Salazar Betancourt
CÁLIZ PROFUNDO
18.-
Con mi sangre
te bautizo
-le decía-
mientras que con la yema
de su pulgar derecho
traza una cruz
en su frente
con la sangre
que tibia mana
de entre sus piernas
Mario Enrique Eraso B.
EL FONDO DEL OCÉANO
Tus huesos ruedan adentro de mis huesos
Más adentro de los míos con mayor violencia
Pero no es de los huesos que te hablo
No es de los huesos izados de las vorágines íntimas
No es de los huesos cuando se esfuerzan por ser llamas
Ni de la belleza hipnótica de la intemperie
Sino de la luna engendrada en las imágenes líquidas
Sino de los unicornios puestos encima y debajo
De las gomas de mascar estrelladas contra las mallas
Eres la más hermosa de mis muertas
Eres la más querida de mis muertas
Eres la más desnuda de mis muertas.
Primera parte: http://www.pagina10.com/index.php/culturas/item/1402-nubes-verdes-antolog%C3%ADa-de-poes%C3%ADa-viva-nari%C3%B1ense-carchense#.UcErovmwziM
Segunda parte: http://www.pagina10.com/index.php/culturas/item/1446-ii-parte-nubes-verdes-antolog%C3%ADa-de-poes%C3%ADa-viva-nari%C3%B1ense-carchense#.UcpFt_mwziM
[1]Diario de campo de Sander Laurent, científico social de la universidad de Ámsterdam que recorrió y vivió la dinámica transfronteriza en el contexto del conflicto colombiano, entre la provincia del Carchi y el departamento de Nariño, en la línea fronteriza Tulcán, San Gabriel, Maldonado, Chical, El Carmelo, La victoria, Gualchán, Sucumbíos. Cfr. Laurente Sander, La frontera Norte Ecuatoriana, ante la influencia del conflicto colombiano, Ediciones Abyala Yala, Quito, 2009